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Enseñanza del Domingo: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único; todo el que cree en Él tiene vida eterna”.

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4º. DOMINGO DE CUARESMA (B) Juan 3: 14-21 – Mar 15, 2015

El Libro del Éxodo es la más grande de las historias de liberación de Israel, la salida de Egipto. Hoy oímos el segundo momento más importante de libertad del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, en el II Libro de las Crónicas, el regreso del destierro. En el Evangelio de Juan vemos a Jesús mismo hablándonos de una aun mayor liberación: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea, tenga en él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna y nadie perezca. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve por medio de él”. Pablo en su Carta a los Efesios nos enseña que la redención viene de Dios solo, y no es algo que podamos merecer:”Dios rico en misericordia, por el inmenso amor con que nos amó, a pesar de estar muertos por nuestros pecados, nos dio una nueva vida en Cristo. Sin merecerlo ustedes han sido salvados. Nos resucitó con él (…) no es mérito de ustedes; no se debe a obras propias, para que nadie se gloríe”. 

Ciro, el rey persa, sirvió de instrumento a Dios para dar libertad a los israelitas desde el exilio de Babilonia a su patria. Ello significó liberación para ellos; sin embargo los israelitas debieron comenzar de nuevo, porque encontraron su templo y ciudad en ruinas. Los hebreos vieron la mano de Dios, primero en la cautividad de Babilonia, a causa de sus abominaciones, como purificación, después en su liberación. Dios solamente los había castigado por un momento, pero luego los liberaría en su regreso a su tierra. En el Evangelio Jesús nos indica que la forma como él liberaría a su pueblo sería por la vía de la cruz. La cruz tiene un significado muy profundo en el Evangelio; es tanto sufrimiento como victoria.

La cruz es central en nuestra vida cristiana; no es solo un logotipo para nosotros los cristianos o para nuestras iglesias. Es el signo poderoso del amor de Dios para nosotros. Pero la cruz es la cruz, algo doloroso. La cruz es signo de contradicción. Lo que aparece como derrota cruel es realmente una victoria feliz porque el sacrificio de Cristo es la iniciación del reino de Dios. Nuestra sociedad contemporánea no quiere oír nada de sufrimiento. El sacrificio no tiene sentido. Jesús dice en el Evangelio de hoy que el amor de Dios fue tan grande con nosotros “que nos entregó a su propio Hijo”. El Hijo del Hombre es levantado para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Somos conscientes de que la vida está llena de luchas y de dolor. A un amigo muy querido, sacerdote, a quien le han hecho ya tres cirugías para removerle tumores en el cerebro los médicos le han dicho que le quedan solamente unos pocos meses de vida. Ustedes probablemente hayan perdido a un ser querido, o hayan perdido una buena relación matrimonial o de amistad; o el trabajo que tenían tan seguro de repente se terminó. Muchas veces tenemos penas. Pero cuando nuestras penas se convierten en una esperanzadora oración, y miramos a Jesús levantado en la cruz, nos sentimos fuertes. Jesús es esa fortaleza.

Si tratamos de conducir solos nuestra vida, nos damos cuenta de que es demasiado dura. Todos necesitamos ayuda. Jesús quiere sanarnos con su amor. Pero necesitamos confiar en él y poner nuestra vida, con todos sus problemas, en sus manos. Dejemos que él sea nuestra fortaleza y nada nos vencerá.

Cuando Jesús le dice a Nicodemo que él debe ser levantado, él se refiere a su crucifixión. Para la gente ajena a nuestra fe esto suena como una tragedia. Nuestra fe cristiana nos dice algo completamente diferente. La cruz no fue una derrota sino un glorioso triunfo. La cruz que se nos marcó en la frente el día de nuestro bautismo, la cruz que llevamos en nuestra Primera Comunión y que todavía podemos tenerla, la que tenemos en casa, es el símbolo del gran amor que Dios nos ha dado cuando morimos al pecado. Compartir la cruz de Cristo nos guía a la resurrección.

 

 

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