Evangelio: Juan 1,35-42:
v. 35 Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos
v. 36 y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: “Este es el cordero de Dios”.
v. 37 Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.
v. 38 El se dio vuelta y viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué quieren?”.
Ellos le respondieron: “Rabbí –que traducido significa Maestro- ¿Dónde vives?”.
v. 39 “Vengan y lo verán”, les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran alrededor de las cuatro de la tarde.
v. 40 Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.
v. 41 Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón y le dijo:”hemos encontrado al Mesías”, que traducido significa Cristo.
v- 42 Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas”, que traducido significa Pedro. Jn. 1, 35-42
Introducción:
Durante este 2009 continuaremos preparando los “Aportes para animadores de grupos bíblicos” empleando la misma metodología del año anterior, es decir que, tomando como base el texto bíblico que nos propone la liturgia de cada domingo, seguiremos el método de la lectio divina o lectura orante en sus cuatro pasos (Lectura, Meditación, Oración y Contemplación/Compromiso.
Comenzaremos con los domingos del Tiempo Ordinario, esta vez correspondientes al Ciclo B, que comienza con el segundo domingo, porque el precedente, que es el primero del ciclo, está ocupado por la fiesta del Bautismo del Señor, con la que concluye el tiempo de Navidad.
Durante este año, mayoritariamente, nos acompañará el evangelio de San Marcos, salvo en algunas ocasiones, como en este caso, el texto a proclamar corresponde al evangelio de San Juan.
Este texto de Juan es parte de una perícopa más extensa - Jn.1, 35-5l - donde el relato que presenta el autor no debe considerarse “histórico”, pues como los otros tres evangelistas nos muestran cómo se dieron “históricamente” los llamados de estos hombres, Juan (que escribe el último de los cuatro) se permite hacernos una presentación teológica de los títulos que se le da a Jesús (Cordero de Dios, Rabbí-Maestro, Mesías, Hijo de José, Aquel de quien se habla en la Ley y los Profetas, Hijo de Dios e Hijo de hombre). Como se puede comprobar los títulos dados a Jesús en este relato son siete. Como simbólicamente, en la Biblia este número significa perfección o plenitud, el autor quiere destacar que con Jesús aparece aquel que plenamente dará cumplimiento a las promesas hechas por Dios a su Pueblo y por eso se le aplican todos estos títulos.
Aportes para la Lectura:
- v. 35 La acción se desarrolla en el mismo lugar, al otro lado del Jordán, donde Juan comenzó a dar testimonio de Jesús. Allí se encuentran dos de sus discípulos escuchando a su maestro.
- v. 36 Jesús pasa; no se indica ni de donde viene ni a donde va, solo Juan le reconoce al mirarle y exclama: “Este es el Cordero de Dios”.
El título “Cordero de Dios” alude a distintos textos del Antiguo Testamento donde se habla de un cordero:
* En la noche de Pascua se sacrificaba un cordero, cuya sangre libró de la muerte a los primogénitos de los israelitas (Ex. 12)
* Diariamente se ofrecía un cordero por la mañana y otro por la tarde en el templo de Jerusalén (Ex. 29,38-46)
* En el libro de Isaías se describe al Servidor del Señor quien, “llevado al matadero como un cordero” (Is. 53,7) cargó con el pecado de todos e intercedió por los pecadores (Is. 53-12)
* Algunos relacionan el “cordero de Dios” también con el animal que se ofreció como sacrificio en lugar de Isaac (Gn.22) o con el chivo expiatorio que debía cargar con los pecados del pueblo y morir en el desierto (Lv. 16,20)
Posiblemente el autor del evangelio tiene presente todas estas páginas del Antiguo Testamento y las presenta simultáneamente. Al mismo tiempo muestra la superioridad de Jesús sobre todas las figuras que lo preanunciaban.
- v. 37 Luego de que Juan Bautista llamara a Jesús, “Cordero de Dios”, dos de sus discípulos le siguieron.
- v. 38 Cuando los discípulos van detrás de Jesús, éste se vuelve y les hace una pregunta “¿Qué quieren?” (¿Qué buscan?”). Estas son las primeras palabras pronunciadas por Jesús, según el evangelio de San Juan y también las primeras pronunciadas luego de su resurrección, esta vez dirigidas a María Magdalena: “¿A quién buscas?” (Jn. 20,15).
Los discípulos le responden llamándolo “Rabbí” en lengua hebrea, mostrando que su fe es todavía muy débil o incipiente, porque confunden a Jesús con uno de los tantos maestros de Israel. El título de “Rabbí” significa literalmente “mi grande” y se utilizaba para dirigirse a personas de mayor dignidad, especialmente a los maestros.
El relato indica que es lo que están buscado, mediante la pregunta que hacen: “¿Dónde vives?”, (¿Dónde tienes tu casa?”), lo que desean es conocer su lugar de permanencia.
- v. 39 Jesús no responde a la pregunta de los discípulos, sino que los invita a que vayan y vean. A continuación en el relato se indica que ellos se quedaron con Jesús, hasta la hora décima según el uso horario judío (cuatro de la tarde en nuestros días). En tiempos de Jesús el día se dividía en doce horas. Pero la hora no era una unidad fija como lo es hoy, sino una doceava parte del periodo entre la salida y la puesta del sol. Así que una hora de verano (que hoy sería de unos 70 minutos) era más larga que una hora de invierno (unos 50 minutos actualmente). Para decir la hora se contaba el amanecer (la hora prima), el mediodía (hora sexta), la media tarde (hora nona) y el ocaso (hora dozava). Al hacer mención de la hora décima, el relato está diciendo que los discípulos se quedaron con Jesús hasta el atardecer de ese día.
- v. 40-41 Después de pasar un día con Él, los dos discípulos de Juan Bautista demuestran que han avanzado en el conocimiento de Jesús. Uno de los discípulos llamado Andrés (el otro es anónimo), va a buscar a su hermano Simón para comunicarle el encuentro y llevarlo para que él también lo conozca- Al hablar de Jesús le da un nuevo título: en lugar de llamarle “rabbí” (maestro) ahora lo reconoce como “Mesías”, (titulo que para algunos judíos, tiene el sentido del “Ungido”, descendiente de la dinastía de David). Al reconocerlo como Mesías demuestran que en su fe, ya lo aceptaban como Aquel que debía venir en nombre de Dios y que los judíos esperaban. (Más adelante, en los versículos siguientes de este texto, los discípulos irán utilizando otros títulos y también lo llamarán: “Hijo de José”, “aquel de quien se habla en la Ley y los Profetas”, “Hijo de Hombre” e “Hijo de Dios”).
- v. 42 El día concluye con el encuentro entre Simón, el hermano de Andrés, y Jesús. Pero en este caso no es Simón el que proclama un título de Jesús, sino es Jesús el que le da un nuevo nombre a Simón, ahora lo llamará “Kêplá”, una palabra aramea que significa “piedra, roca” y que se trascribe en griego como Pétros (Pedro). Pedro será en adelante la “roca” donde se sustentará en nuevo Pueblo de Dios: la Iglesia.
En el texto se destaca el hecho de la mirada: la mirada de Jesús y la mirada que conduce a Jesús. En el relato el verbo “ver/mirar” es empleado cinco veces por el autor. Y si se tiene en cuenta que “ver” en el Evangelio de Juan tiene la equivalencia de “creer”, podemos descubrir que el texto es una invitación a levantar la mirada, ver (creer) a Jesús, seguirle y permanecer con El.
Aportes para la Meditación:
Luego que Juan Bautista presentara a Jesús: “Este es el Cordero de Dios”, dos de los discípulos le siguieron. Toda la vida cristiana debe ser un continuo seguimiento a Cristo.
¿Cómo buenos cristianos estamos dispuestos, como los discípulos, a seguir a Jesús para encontrarnos con El?
Andrés va en busca de su hermano Simón para comunicarle su encuentro con Jesús y llevarlo para que también él lo conozca. ¿Tomando el ejemplo de Andrés, llevamos ante Jesús a nuestros hermanos más alejados, para que también ellos lo conozcan?
Los discípulos desean conocer el lugar en donde Jesús vivía. Para nosotros hoy ¿Dónde vive Jesús?
Como verdaderos cristianos ¿levantamos la mirada hacia Jesús para encontrarnos con El?
Modelo de Oración:
Señor:
te doy gracias por haberte dejado encontrar,
porque un día te pusiste en mi camino
y te metiste en mi historia
Te doy gracias porque no soy
un extraño a tus ojos
y porque quisiste compartir conmigo
tu preciosa intimidad.
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