Evangelio: Lucas 3, 1-6
n el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: "Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios."
ENSEÑANZA
En la Navidad la Palabra de Dios se hará carne, pero ya en la liturgia del Adviento la Iglesia quiere que meditemos sobre la Palabra y la vayamos interiorizando en nuestra alma. San Lucas nos dice que la Palabra de Dios fue dirigida a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto (Evangelio). El profeta Baruc contempla a los hijos de Jerusalén que vivían en el destierro "convocados desde oriente a occidente por la Palabra del Santo y disfrutando del recuerdo de Dios" (primera lectura). San Pablo muestra su alegría a los filipenses por la colaboración que han prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy, es decir, a la Palabra de Dios convertida en Buena Nueva para los hombres (segunda lectura).
Mensaje doctrinal
1. Las etapas de la Palabra. "En el principio existía la Palabra". Esa Palabra divina, antes de encarnarse en Jesús de Nazaret, ha hecho un largo recorrido por la historia humana. La liturgia nos presenta algunas de esas etapas milenarias:
1) La Palabra que habla del futuro, un futuro transformado por el poder de Dios, para dar ánimo y consolación a los hombres. Es la Palabra, por ejemplo, del profeta Baruc. En lenguaje poético imagina el profeta a Jerusalén vestida como una madre en luto por haber perdido gran parte de sus hijos. Baruc entona un canto a la ciudad de Jerusalén renovada, transformada por la mano poderosa de Dios: "Vístete ya con las galas de la gloria de Dios".
2) La Palabra que habla al presente en el que el pasado llega a su cumplimiento. En Juan Bautista se cumple el oráculo de Isaías: "Voz del que clama en el desierto: preparad los caminos del Señor, enderezad sus sendas". Llega al presente de la vida de los judíos (Pilatos procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, regiones habitadas en gran parte por los judíos) y de la vida de los paganos (Filipo tetrarca de Iturea y de Traconítide, Lisanias tetrarca de Abilene, regiones paganas). La Palabra dirigida al futuro es sobre todo Palabra de aliento y consolación; la Palabra encaminada hacia el presente es más bien Palabra de exhortación y compromiso, de conversión para el perdón de los pecados.
3) La Palabra que diariamente se vive y con la que se colabora con amor y gozo. La Palabra de Dios se hace vida en la cotidianidad de los cristianos y en sus quehaceres diarios. Y todos están llamados a colaborar con el Evangelio, con la Palabra de la Buena Nueva, para que llegue a todos los rincones del imperio romano y hasta los confines del mundo.
2. Las cualidades de la Palabra.
1) La Palabra de Dios es universal en su destino, porque siendo Palabra de salvación va dirigida a todos los hombres de todos los tiempos: a los judíos y paganos de tiempos de Juan el Bautista y de Jesucristo, a los americanos, asiáticos, africanos, europeos y oceánicos de nuestros días (Evangelio).
2) La Palabra de Dios es unificadora: une a todos los dispersos de Israel para ponerse en camino desde oriente y occidente a fin de formar el pueblo de Dios que le rinde culto en Jerusalén (primera lectura). Tiene fuerza para unificar a todos los cristianos de nuestros días y a todos los hombres.
3) La Palabra de Dios es personalizada y a la vez comunitaria: apela a un hombre, pero para que la haga llegar a todo el pueblo (Evangelio). Hoy como ayer sigue habiendo hombres carismáticos a quien Dios dirige su Palabra, pero en función de la comunidad eclesial y de la misma comunidad humana.
4) La Palabra de Dios es como una semilla que va creciendo hasta lograr convertirse en espiga: "Quien inició en vosotros la obra buena, la irá consumando hasta el día de Cristo Jesús" (segunda lectura).
5) La Palabra de Dios no es para ponerla bajo un cacharro, sino para proclamarla públicamente como hizo Juan: "Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" (Evangelio) y como luego hará Jesús, que recorrerá todas las ciudades y aldeas proclamando el Evangelio de Dios.
Sugerencias pastorales
1. La Palabra de Dios hoy. La carta a los Hebreos nos dice que la Palabra de Dios es viva y eficaz, cortante como espada de doble filo (4,12). El texto sagrado no dice fue o será, sino es. Dios sigue hablando a los hombres en el hoy de la historia. La misma Palabra que habló por medio de los profetas, que resonó en los labios de Juan el Bautista, que se encarnó en Jesucristo, que fue proclamada por los apóstoles. Dios desea continuar su diálogo con el hombre. Si en nuestro tiempo no se percibe la Palabra de Dios, no es que haya dejado Dios de hablar, sino que hemos silenciado consciente o inconscientemente su voz. Dios nos habla por medio de la Escritura sagrada leída e interiorizada en la oración; nos habla en las acciones litúrgicas de la Iglesia, sobre todo en la celebración eucarística, cuya primera parte está dedicada a la liturgia de la Palabra. Dios nos habla por medio de los pastores, de los obispos en sus diócesis, del Papa en toda la Iglesia como pastor universal. Dios nos habla por medio de los profetas, esos hombres de Dios que interpretan los acontecimientos de la vida y de la historia desde Dios y movidos por el mismo Dios. Dios nos habla por medio de los mártires y de los santos, que con su sangre y su vida gritan a la humanidad el misterio insondable de Dios, del tiempo y de la eternidad, del vivir histórico del hombre. Dios habla por medio de la conciencia, para que en fidelidad a ella seamos salvados y colaboremos con Cristo en la obra de la salvación. Dios prosigue hablándonos a los hombres de muchas maneras. ¿Escuchamos su voz? Hagámoslo antes de que sea tarde...
2. Palabra de salvación. La Palabra de Dios viene a la historia, se encarna en Jesús de Nazaret para hablarnos de salvación. En el Evangelio la cita de Isaías ha sufrido un cambio significativo: en lugar de "todos verán la gloria de Dios" san Lucas dice: "Todos verán la salvación de Dios". En la Navidad, los cristianos, todos los hombres de buena voluntad, vemos esa salvación de Dios. En la Navidad resuena una Palabra de salvación. Digamos mejor: es la única Palabra que resuena en esa noche santa. Estamos muy acostumbrados por la historia a dividir a los hombres en buenos y malos, en conservadores y progresistas, en de izquierda y derecha, en bandos e ideologías. La Palabra de Dios parece pasar por encima de todas esas divisiones. La Palabra de Dios no divide, une a todos en el anhelo y en la gozosa posesión de la salvación, que Dios nos manda encarnada en un Niño. Dios quiere que su Palabra de salvación sea eficaz en nuestros días y en nuestras vidas. Dios nos impulsa a que dejemos obrar eficazmente su Palabra de salvación. ¿Qué obstáculos encuentro en mi vida y en mi ambiente? ¿Qué hago o qué puedo hacer para que la Palabra de Dios sea viva y eficaz en mí y en mis hermanos?
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