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La parábola de los talentos, “Hay que obtener ganancias”

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Enseñanza para el Domingo XXXII del Tiempo Ordinario del Ciclo A

Mateo 25, 14 - 30

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: 

v. 14    El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. 

v. 15    A uno le dio cinco talentos, a otros dos y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida 

v. 16    el que había recibido cinco talentos fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. 

v. 17    De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, 

v. 18    pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. 

v. 19    Después de un largo tiempo, llegó el señor y arreglo las cuentas de sus servidores. 

v. 20    El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. “Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado”. 

v. 2l     “Está bien servidor bueno y fiel, le dijo el señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor”. 

v.  22  Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: “Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado”. 

v.  23  “Esta bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor”. 

v. 24    Llego luego el que había recibido un solo talento. “Señor, le dijo, se que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. 

v. 25    Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!”. 

v. 26    Pero el señor le respondió: “Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho  donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, 

v. 27    tendrías que haber colocado el dinero en el banco y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. 

v. 28    Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, 

v. 29    porque a quien tiene, se le dará más y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene.

v. 30    Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes”.    

                               

Introducción           

Colocada en el interior del capítulo 25 del Evangelio de San Mateo (Discurso Escatológico), la parábola de los tres empleados, llamada también “de los talentos”, ultima del Evangelio, presenta un esquema en tres tiempos: 1) el dueño confía sus bienes a tres servidores antes de marcharse al extranjero, 2) distinto comportamiento de los tres empleados durante la ausencia del dueño y 3) retorno del dueño y “ajuste de cuentas con ellos”, con la recompensa o castigo de los servidores según su rendimiento. 

Este tercer momento es el punto culminante de la historia y hace que se centre la atención en el diálogo entre el dueño y el tercer servidor que representa al hombre temeroso que no arriesga nada de lo que no es suyo, conservándolo intacto. 

Muchos seguramente se identificarán con su postura, parecería injusto que el dueño le castigue por haber conservado intacto (era legal) lo que se la había confiado. Pero es que Dios no sigue nuestros criterios de justicia.

Aportes para la lectura

 v. 14  La parábola presenta el caso de un rico comerciante que busca la manera de que sus bienes no dejen de producir mientras él está de viaje.

 v. 15  Dice el relato que el comerciante no dejó sus bienes repartidos en partes iguales, sino que con el deseo de obtener mayores beneficios, se fijó en la capacidad de cada uno. Al más capaz le dejó una suma muy grande: cinco talentos, lo cual equivale a unas treinta mil monedas de plata (denarios). Se puede obtener idea de la suma, calculando que un denario era el salario de un peón por un día de trabajo. Los otros dos servidores recibieron menos: a uno de ellos le dio dos talentos (doce mil monedas) y al tercero solamente un talento (seis mil monedas) 

v. 16-17  Los dos primeros servidores, apenas partido el hombre, fueron a negociar con los bienes recibidos. En ellos la imagen del patrón no influyó en nada. Ambos tomaron decisiones y  corrieron riesgos. No se quedaron quietos ni paralizados. 

v. 18    El tercer servidor no quiso arriesgarse y aseguró su dinero, enterrándolo. Su actitud puede considerarse irreprochable, ya que según la Ley judía, si un hombre  había recibido bienes o dinero en depósito y los había puesto al resguardo enterrándolos no era considerado ilegal, incluso en el caso de que dicho dinero o bienes le fueran robados, tampoco era considerado culpable o responsable.

 v. 19  Cuando el patrón  regresó de su largo viaje exigió a sus servidores que le entregaran los bienes que  les había confiado y también las ganancias que habían obtenido con ellos. Lo más importante para el patrón no era cuantos talentos tenían  en ese momento los servidores, sino la actitud que tomaron con los bienes que habían recibido.

v. 20    El primer servidor duplica lo que había recibido y se lo entregó a su amo. 

v. 2l     A este  servidor que obtuvo ganancias con el dinero confiado, el patrón lo felicitó y le puso al frente de riquezas mayores, al mismo tiempo que lo invita a tomar parte de su alegría.  

 v. 22  El siervo que había recibido una cantidad menor (dos talentos) de acuerdo a sus actitudes, también duplica lo recibido y lo entrega a su patrón.

 v. 23  La repuesta del señor es idéntica a la que recibió el primero, también es felicitado e invitado a compartir la alegría de su patrón. 

v. 24    Este versículo es el punto central de la historia: comienza el diálogo entre el dueño y el tercer empleado. Diálogo precedido por las palabras del patrón a los dos primeros. Ambos reciben la misma alabanza, no por la cantidad de capital que han conseguido, sino porque los dos pusieron en juego los bienes confiados y los hicieron progresar.

v. 25    El servidor infiel no malversó ni malgastó lo recibido. Lo devolvió todo integro a su dueño. Su grave error consistió en no haberse arriesgado. Solo quiso conservar lo que tenía. Tuvo miedo de las exigencias de su patrón.

 v. 26-28  El servidor debe haber pensado que al regresar el patrón, también sería premiado porque se preocupó de poner a buen recaudo el dinero recibido. 

Cuidar celosamente el dinero ajeno era ya un gran mérito. Pero en el caso de la parábola, sucedió  algo impensado para el servidor: ya que el patrón no sólo quiere el dinero, sino también la ganancias obtenidas con él y en consecuencia no solamente no es felicitado, sino que además es reprimido y castigado: “Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez” 

v. 29    El que no tiene una actitud activa y no hace fructificar los talentos recibidos, al fin terminará por perderlo todo (En este caso la posibilidad de entrar al Reino de los Cielos). “Uno da generosamente y acrecienta su haber, otro ahorra más de la cuenta y acaba en la indigencia” (Prov. 11, 24) 

v. 30    El término tinieblas se opone a luz. La luz representa al bien y a los hombres buenos, pues los malvados actúan en la oscuridad. “Pero ustedes hermanos, no viven en las tinieblas para que ese día los sorprenda como un ladrón; todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas (1Tes.5, 4-5)

            “Llanto y rechinar de dientes” es una imagen bíblica que expresa el remordimiento y la desesperación de los impíos frente a la felicidad de los que están con Dios en el cielo.

Las enseñanzas de la parábola están dirigidas a quienes buscan seguridades. Es una palabra destinada a quienes se sienten satisfechos con cuidar impecablemente los bienes recibidos de la mano de Dios. 

Los primeros destinatarios fueron los judíos del tiempo de Jesús. Entre ellos, muchos consideraban que la fidelidad a Dios consistía en admirar todos los privilegios con que  el Señor había enriquecido al pueblo: la Alianza, el culto, la Ley, las promesas…

            Quienes pensaban así, se consideraban como inmensamente ricos. Pero ante esa riqueza, mantenían una actitud de severos guardianes: que nadie vaya a interpretar mal la Palabra de Dios o violar ninguna de las leyes del culto. Además, al considerarse los únicos destinatarios de estos bienes, se negaban a comunicarlos a los paganos, porque temían que con sus manos impuras contaminaran las cosas santas venidas de Dios. 

La parábola también está dirigida a los cristianos hoy. Todos han recibido bienes (talentos) en mayor o menor medida: inteligencia, bienes materiales, capacidad personal para realizar ciertas actividades.  Al final de los tiempos el Señor pedirá cuenta si todos estos beneficios han sido utilizados con el fin de que todos los hijos de Dios reciban la parte que les corresponde de los bienes del Padre.

            Todo esto es un inmenso tesoro que cada uno ha recibido para que lo administre y lo haga fructificar.

            Por lo expuesto podemos concluir que el Reino de los Cielos se parece a: “un hombre que pone con generosidad y alegría, sus dones al servicio de los demás”.

 

Aportes para la meditación

La parábola nos enseña que no basta con “enterrar” los talentos recibidos, ni mucho menos negociar con ellos para propio beneficio: hay que hacerlos fructificar para el dueño que nos lo ha confiado ¿Hacemos fructificar realmente todos los carismas que Dios nos ha regalado? ¿Los ponemos al servicio del Reino? 

Carisma que no se ejercita, disminuye. Talento que no se emplea a favor de los demás, se pierde, ¿Qué cualidades de las que Dios nos ha concedido tenemos todavía sin ponerlas al servicio del Señor y del prójimo?

            El evangelio de hoy es una invitación al examen de conciencia. Y el primer punto del examen versaría sobre la pereza y la desidia. La vida hay que planteársela con seriedad. No basta con ponerse un escudo que diga: “yo no sirvo para esto” para así ahorrarse responsabilidades. No basta con creer que ser cristiano consiste simplemente en cumplir algunas “cosas”, sino que el Señor nos llama a vivir profundamente la vida cristiana y para esto nos ha concedido a todos “nuestros talentos” ¿Qué cosas debemos cambiar para que puedan fructificar en nosotros los dones recibidos?  

 

Aportes para la oración

En la oración, el diálogo se realiza, en primer lugar, en intimidad personal con el Señor, luego se pone en común (en el caso de hacerlo comunitariamente). Damos solamente esta idea posible para este paso: Una pequeña oración.   

 

Señor: 

Ayúdanos a descubrir los dones 

que nos has regalado 

y a recordar que no son nuestros 

sino que son tuyos. 

Llénanos con tu fuerza 

para que podamos hacerlos fructificar, 

con alegría, para servir a los demás.

 

Contemplación - Acción

 En el último paso de la Lectura Orante nos parece bueno recomendar que dejemos unos buenos minutos para contemplar todo lo que el Señor nos ha dicho con su Palabra, lo que le hemos dicho a través de la oración, y sobre todo descubrir a qué nos comprometemos, qué acción para transformar nuestro pequeño mundo realizaremos. Siempre debe ser algo muy concreto y en coherencia con lo que el Señor nos pide en su Palabra.

Tal vez puede ser un muy buen compromiso, invitar a que cada uno piense cuál es el “talento” que puede aportar al grupo, o también ver como esto se puede aportar a un lugar que sea carenciado.

 

 

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