- v. 40 Entonces se acercó un leproso para pedirle ayuda y cayendo de rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes purificarme”.
- v. 41 Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”.
- v. 42 En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
- v. 43 Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:
- v. 44 “No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.
- v. 45 Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
Mc. 1,40-45
Introducción:
La purificación del leproso es uno de los milagros de Jesús que está narrado en los tres evangelios sinópticos. En apariencias, consiste en un simple relato de una curación milagrosa. Pero en realidad es mucho más que eso. Marcos quiere destacar la autoridad y el poder de Jesús, ante las condiciones impuestas por la institución religiosa.
El milagro tiene dos enfoques significativos: el primero es la característica del leproso como hombre “impuro”, es decir, separado de la comunidad, lo que motiva que además de su curación física, signifique un elemento de reintegración a la vida social y religiosa.
El otro enfoque es el acento que da Marcos al “secreto mesiánico” de Jesús, hecho que se destaca con más intensidad que en los demás evangelios sinópticos.
Aportes para la Lectura:
- v. 40 En tiempos de Jesús, lo que se conocía como lepra, no era específicamente la enfermedad de Hansen como se llama hoy. En los escritos bíblicos se habla de lepra para referirse a cualquier tipo de afección cutánea (manchas, úlceras, acnes, quemaduras, psoriasis, eczemas, etc.).
Cuando se presentaban los primeros síntomas de la enfermedad los afectados tenían que presentarse ante el sacerdote y él dictaminaba si era o no un caso de lepra (Lv.14,47-52). En caso afirmativo, como se consideraba un mal muy contagioso, automáticamente quedaba separado de la comunidad y debía retirarse a vivir fuera del pueblo.
Generalmente los leprosos se juntaban en grupos para apoyarse y ayudarse mutuamente. Tenían la obligación de identificarse como tales. Esto lo hacían mediante una forma de vestirse propia del penitente, usando una especie de túnica simple (sayal), hecha con género muy rústico. También debían identificarse haciendo sonar una campanita y gritando que eran impuros para que nadie se les acercara. (Lv. 13,45-46). Pero además, como consecuencia de ello, el que tocara a un enfermo de lepra, automáticamente también quedaba impuro
También, en aquel tiempo se pensaba que la lepra era consecuencia del pecado y por esta razón el leproso era considerado una persona “impura”, es decir que carecía de la pureza necesaria para participar en los actos religiosos como los demás miembros de la comunidad.
El leproso mencionado en este texto, deseando salir de su miseria y marginación, vence el temor de infligir la Ley judía y se acerca a Jesús sin respetar la distancia que según lo prescripto debía mantener. Manifestando una absoluta confianza en el poder de Jesús y con una actitud de humilde súplica, le rogó: “Si quieres, puedes purificarme”.
- v. 41-42 La actitud de Jesús es sorprendente. Un judío cualquiera se habría echado atrás al acercarse el leproso. Jesús no solo no lo hace sino que se conmueve ante la miseria del hombre.
La palabra que usa el evangelista para decir que el Señor se conmovió, se podría traducir como “se le conmovieron las entrañas”, y que en otros textos de los evangelios se utilizaba para significar la ternura del amor de Dios para con los hombres, sin distinción (Lc. 15,20)
En lugar de rechazar al leproso, Jesús completa el acercamiento iniciado por éste: extiende la mano y lo toca. El leproso al acercarse, estaba violando la Ley; Jesús completa la violación cometiendo también él una trasgresión aun más grave que la del hombre enfermo (Lv. 5,3)
Jesús que no desea la marginación de las personas, accede a la petición del leproso: “Quiero, le dice, queda purificado”. De esta manera le cura del mal físico y lo reincorpora a su vida social.
- v. 43-44 Jesús luego de curar al leproso, le prohibió divulgar la noticia entre la gente. No quería que su fama se extendiera para no fomentar en el pueblo la idea de un Mesías lleno de gloria y de poder.
La impureza legal solo podía ser eliminada por un sacerdote en el templo, mediante ritos especiales y a partir del octavo día de la curación. El sacerdote ejercía la función de médico, examinando el cuerpo del enfermo para constatar si quedaban restos de la enfermedad y si el examen fuera positivo, antes de expedir el certificado de curación, debía ofrecer ciertos sacrificios por el individuo curado. Con el afán de obtener con mayor seguridad la reconciliación con Dios, los maestros de la ley, habían complicado enormemente estos ritos (Lv.14,1-20).
Es destacable que el texto bíblico en ningún momento habla de curar o sanar, sino en pocos renglones habla cuatro veces de “purificar”. Al autor le interesa mucho más el cambio de situación de aquel que era considerado “impuro”, que el milagro de haberle curado de la lepra.
- v. 45 El hombre liberado no pudo callarse. Difundió con entusiasmo lo sucedido y por consiguiente se presentaron las dificultadas que Jesús quería impedir con su mandato de silencio. La autoridad de Jesús fue entendida mal, por lo que El se retiró y predicó solo en lugares apartados. No obstante, la gente venía de todas partes hacia el lugar donde se encontraba.
Aportes para la Meditación:
¿Conocemos en nuestro alrededor alguna persona considerada “impura” y marginada de la comunidad? ¿Qué hacemos para ayudar a reintegrarla?
Cada cristiano sabrá de donde viene su “lepra” ¿Tomamos consciencia de ello y acudimos humildemente al Señor para poder escuchar sus palabras: “Quiero, quedas limpio”.
¿Tenemos gestos de agradecimiento luego de dejarnos purificar por Jesús?
Jesús se compadece del leproso, no se aleja de él por temor. Se acerca y lo toca con la mano, arriesgando su propia vida, no toma seguridades. ¿Nosotros como seguidores del Señor, sentimos como propio el dolor ajeno y nos acercamos haciendo al hermano nuestro prójimo? o ¿preferimos servir sin costos, sin riesgos para nosotros y los nuestros?
Modelo de Oración:
Señor:
Te doy gracias por tu amor
que no se espanta de mis miserias,
que no me mira con los ojos del mundo.
Te doy gracias porque ante ti
puedo expresar todo lo que me inquieta
y pedirte: “Señor, si quieres, puedes curarme”.
Contemplación/Compromiso:
En el último paso de la Lectura Orante nos parece bueno recomendar que dejemos unos cuantos minutos para contemplar todo lo que el Señor nos ha dicho con su Palabra, lo que le hemos dicho a través de la oración, y sobre todo descubrir a qué nos comprometemos, qué acción para transformar nuestro pequeño mundo realizaremos. Siempre debe ser algo muy concreto y en coherencia con lo que el Señor nos pide en su Palabra.